Atlas del Mundo del Vino. Capítulo I: ESPAÑA

15 de September, 2025
Por Damian Casas, sommelier

Bienvenidos, queridos bebedores curiosos, a este viaje que recién empieza: el Atlas del Mundo del Vino, capítulo 1. Y cómo no, empezamos por donde estoy ahora: España. Así que prepárense para un recorrido lleno de copas, historias, anécdotas y alguna que otra confesión vinícola.

España y el vino: una historia de amor

España y el vino son como esos amigos que se conocen desde el jardín de infantes: inseparables. Desde los fenicios y romanos hasta el bar de tapas de la esquina, el vino ha sido parte del ADN de este país. Acá no se toma vino, se vive el vino.

¿Sabías que España tiene más superficie de viñedo que cualquier otro país del mundo? Sí, incluso más que Francia e Italia. Eso no significa que hagan más vino en cantidad (gracias, sol abrasador), pero sí que la diversidad es brutal.

Recorrido alfabético por las regiones vinícolas

Vamos por orden alfabético —porque hasta la anarquía necesita estructura:

·         Andalucía: hogar de los generosos como el Jerez, un vino que te hace sentir en una novela de Hemingway.

·         Aragón: tierra de garnachas poderosas y Cariñena de carácter.

·         Castilla-La Mancha: la gran fábrica de vino, pero ojo, que cada vez salen más proyectos boutique interesantes.

·         Castilla y León: cuna de la Ribera del Duero y sus tempranillos musculosos.

·         Cataluña: cava, priorat y montones de vinos creativos.

·         Extremadura: la menos conocida pero con perlas como los vinos de Cañamero.

·         Galicia: albariños y godellos que te hacen salivar solo de pensarlo.

·         La Rioja: la reina del marketing vinícola, pero también cuna de elegancia clásica.

·         Madrid: sí, Madrid hace vino. Y bueno. Las garnachas de Gredos son poesía embotellada.

·         Murcia: monastrell en su máxima expresión, vinos intensos y soleados.

·         Navarra: rosados top y mucho más.

·         País Vasco: txakoli fresco, ácido y perfecto para empezar cualquier tarde de pintxos.

·         Valencia: moscateles y tintos mediterráneos con alma playera.

Las uvas que hay que conocer sí o sí

 

España tiene más de 200 variedades de uva cultivadas, pero algunas son las verdaderas protagonistas de su identidad vinícola. Son las que hay que conocer sí o sí si queremos entender el alma del vino español.

 

Tempranillo: la gran dama

La reina de los tintos españoles. Es la uva de Rioja y Ribera del Duero, donde ofrece vinos elegantes, de fruta roja, cuero y especias dulces.

Su nombre viene de temprano: madura antes que la mayoría. Y aunque la conocemos como tempranillo, tiene mil alias: Cencibel en La Mancha, Tinto Fino en Ribera, Ull de Llebre en Cataluña.

Es la hermana mayor de la familia vinícola: siempre elegante, siempre confiable, nunca te deja mal en un brindis.

Airén: la silenciosa

Aunque muchos nunca la hayan probado conscientemente, es la uva más plantada de España (¡y del mundo!). Resistente como pocas, mantiene vivo el viñedo de La Mancha bajo el sol inclemente.

Suele ir a vinos de gran volumen e incluso a destilados para brandy.

Es la heroína callada: sin glamour, pero sin ella la viticultura manchega no sería la misma.

Garnacha: la artista rescatada

Durante años fue vista como “demasiado rústica”, pero hoy está de moda. En Aragón, Navarra y Priorat se están haciendo garnachas de parcela que son objeto de culto.

Es una uva que da vinos jugosos, alegres, con fruta roja y especias.

Es la bohemia de la familia: antes incomprendida, hoy todos quieren tenerla en su carta.

 Verdejo: la blanca que refresca Rueda

Fresca, aromática y con ese toque de almendra amarga que la hace única. Es la uva que puso a Rueda en el mapa y es perfecta para terrazas de verano.

Cuenta la historia que ya era favorita de los Reyes Católicos en el siglo XV, así que cada copa es un pequeño viaje en el tiempo.

Albariño: la sirena atlántica

La joya de Galicia, la uva que huele a mar y sabe a melocotón y cítricos. Es la pareja perfecta del marisco y la gran embajadora de Rías Baixas en el mundo.

Su vendimia suele ser manual y heroica: viñedos en laderas empinadas, cerca del Atlántico, donde cada racimo es conquistado a pulso.

 Otras estrellas que vale la pena conocer

Monastrell: musculosa y mediterránea, da vinos potentes en Jumilla y Yecla.

Godello: blanca elegante de Valdeorras y Bierzo, la “chardonnay gallega”.

Mencía: tinta fresca y floral del Bierzo, perfecta para quienes aman Pinot Noir.

Palomino: base de los vinos de Jerez, capaz de transformarse en finos delicadísimos u olorosos complejos.

Este mosaico de uvas es parte de lo que hace tan emocionante al vino español: cada una cuenta una historia distinta, habla de un paisaje, de un clima y de una tradición. Conocerlas es como aprender a leer el idioma secreto de España en la copa.

Cultura y costumbres

En España, el vino no es solo una bebida: es parte de la identidad. Está en las fiestas, en las sobremesas eternas y hasta en el menú del día de un bar de barrio. Es una excusa para reunirse, para celebrar, para conversar. Hablar de cultura española sin mencionar el vino sería dejar el cuadro sin su color más vibrante.

El vino en España no es un lujo reservado para ocasiones especiales: es cotidiano. En muchos restaurantes, el menú del día incluye una copa o incluso una pequeña jarra. Es un gesto que habla de la relación natural y descomplicada que los españoles tienen con el vino: está allí para acompañar, no para impresionar.

Si hay un ritual sagrado, es el de salir de tapeo. Los domingos, la cita es para el vermut: una copa de vermut macerado con especias, acompañada de aceitunas, banderillas o algún pincho. Es menos sobre lo que se bebe y más sobre el encuentro, la charla y el bullicio de la barra.

En regiones como La Rioja o Jerez, la vendimia se celebra a lo grande. Hay pisado de uva en plazas, música, gastronomía y, en el caso de Jerez, la bendición del primer mosto en la catedral. Es un momento que conecta al vino con la tierra, con la comunidad y con el ciclo agrícola.

Abrir una botella en España es una invitación implícita: todos participan del brindis. Rechazarlo sin explicación puede sonar extraño. Esta tradición de compartir viene de lejos: en los pueblos, antiguamente, era costumbre ofrecer al caminante una copa de vino, aunque fuera un desconocido.

El porrón, esa jarra de cristal con pico que permite beber sin tocarlo, sigue siendo icono de la cultura del vino en Cataluña y Aragón. La bota de vino, hecha de piel, fue el “termo” de los pastores y peregrinos. Ambos representan la idea de que el vino se comparte, de que es para todos.

Cada región tiene su pareja perfecta: albariño con mariscos en Galicia, fino con jamón en Andalucía, un tinto joven con champiñones en La Rioja. Son combinaciones que no solo funcionan en el paladar: son parte de la identidad gastronómica de cada zona.

Quizás la costumbre más española de todas: después de comer no se levantan de la mesa. Llega el café, llega la copa, llega la charla. La sobremesa es el espacio donde se arregla el mundo. Y el vino, por supuesto, es el gran facilitador de esas conversaciones.

España Hoy y Mañana

Lo que se viene

España está viviendo una revolución silenciosa:

·         Nueva generación de enólogos que rescatan variedades autóctonas y hacen vinos más frescos y modernos.

·         Dos emergentes como Gredos, Bierzo, Canarias y Sierra de Salamanca.

·         Sostenibilidad y biodinámica como norma, no como moda.

Tip Damianófilo: la próxima vez que vayas a una tienda de vinos, pedí “algo nuevo, de un productor pequeño”. Te vas a sorprender.

El vino en España no es solo bebida: es paisaje, es idioma, es sobremesa eterna.

Por eso empiezo mi viaje aquí: porque cada copa es un abrazo al sol de La Mancha, a la brisa atlántica de Galicia, al duende de Jerez y al corazón de Rioja.

 

Este capítulo es una invitación: a mirar la etiqueta, descubrir la uva, pedir ese vino por copa y dejar que te cuente una historia.

España es potencia vinícola hoy, y lo que viene promete aún más emoción.

Así que levantá la copa: empieza nuestro paseo por el mundo del vino, y lo hacemos donde el vino se siente, se canta y se vive con el alma.

 

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